miércoles, 6 de enero de 2010

Allí dónde solíamos gritar

Las luces estaban apagadas y la música a todo volumen. Esto limitaba mis dos sentidos más desarrollados pero… aún así la vi. Me hice el disimulado, no quería parecer desesperado por verla. Pasé por al lado suyo y ella también me vio. Se echó a mis brazos. Increíble momento. Me hubiera quedado así durantes minutos, horas, días… Alimentándome de su perfume y del tacto de su pelo que se deslizaba por entre los dedos de mis manos.

Bebimos, bailamos, saltamos, bebimos, bailamos… y pusieron nuestra canción favorita. Quizá no la favorita, pero sí de esas canciones que te dicen algo, que te gustan especialmente y que a ella le pasaba exactamente igual. La cantamos entera, gritando. Nos daba igual la afinación, había que cantarla a pleno pulmón como si se tratara de nuestro último aliento, y así lo hicimos.

Llegó el momento de la despedida. Fue… como debe ser una despedida. Sonriendo y deseando que se repitiera el próximo encuentro. Tras este momento, salí muy reconfortado.

1 comentario:

Mir, Ingrid dijo...

Oh por dios me van a dar ganas de llorar. ¡Qué bonito!
Y si, si puedo actualizaré cada día.
Oscar Wilde era pobre, pero ahora más que yo te aseguro que no. Tener una mejor amiga es peor que tener un novio en época de reyes. No me sale a cuenta, tendré que hacer algo. El viernes vendré yo al cole en bus y ella vendrá en ferrocarril. xD