viernes, 12 de noviembre de 2010

Aburrimiento ferroviario

Uno de los momentos de existencialismo más puro y habitual es cuando el metro o tren se queda parado en una estación, sobre todo cuando es en una parada justo antes de la tuya. Es ese momento en que no sabes si llegarás a tiempo a la cita con la mujer de tus sueños (no es mi caso), si te quedarás pasando la noche en el tren o si volverás a ver algún día la luz del sol.

Mientras yo pienso estas gilipolleces para no aburrirme, el ambiente se empieza a contagiar de una especie de histeria, y lo más curioso que el colectivo más afectado por este nerviosismo son las señoras, cuya única preocupación es llegar a ver el final del capítulo de la telenovela.

Otro grupo a parte son los que viven la vida al límite. Se asoman a la puerta del vagón, calculan visualmente la distancia con el siguiente vagón y emprenden el arriesgado viaje. Es entonces, cuando tras 12 minutos y 47 segundos parados, suena la alarma avisando del cierre de puertas y el intrépido aventurero se queda fuera. Aún sin darse por vencido, mete el brazo creyéndose un superhéroe de Marvel capaz de abrir la puerta y poder entrar, ante la mirada del resto de pasajeros mofándose de la desgracia ajena. Nadie le socorre y el intrépido aventurero se queda en el andén con cara de tonto, blasfemando cosas que por suerte no consigo oír y golpeando el vidrio de la puerta sin obtener otro resultado posible que una fractura en el túnel carpiano.

El tren se aleja dejando atrás la estación, todo vuelve a la normalidad, y yo paro de escribir en la libreta que la gente ya sospecha que estoy preparando una conspiración contra el gobierno, cosa que molaría bastante.

2 comentarios:

Optimista. dijo...

eee.. bueno entrada si señor. hay poca gente que escribe como tú, conspirador. me gusta me gusta (tocandome la barbilla mientras lo digo) .

Belén dijo...

jaja! maravilloso final para un rato aburrido en el tren.
=)